
La primera vez lo leí de corrido, en dos o tres días. Lo estoy leyendo por cuarta vez, cada vez más despacio, porque voy encontrando cosas nuevas que me habían pasado desapercibidas. Tiene un lenguaje asequible a todos, con muchos ejemplos de la vida real que illustran aquello que el autor quiere decir. Nos enseña cómo puede vivirse la santidad desde la vida cotidiana mostrándonos lo que Dios espera de nosotros.
Inmaculada H.
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